20090807

Parque Güell


Faltan ya pocos años para que se cumplan diez de una de mis visitas a Barcelona. En esta ocasión era una locura relámpago para visitar a una amiga que conocí en la otra punta de España. Aquella rubia finlandesa tan simpática, después de todo me invitó a acompañarla, acababa de dejar el sol malagueño por la urbe cosmopolita y por tanto quería visitar los sitios más emblemáticos de la capital catalana.

Enemigo del turismo desde siempre, no de viajar, tuve que acceder a visitar algunos lugares interesantes... siempre con las ojeras abordo delatando las pocas horas de sueño.
Uno de los días, muy caluroso recuerdo, visitamos la residencia de Gaudí en el famoso Parque Güell. Horrorizado por las hordas de los omnipresentes turistas insistí en perdernos un poco por el parque... "un poco", dije. Al final fue bastante. Casi sin darnos cuenta las cámaras al cuello, las gorras insulsas y los pantalones cortos de safari se fueron convirtiendo en simples prendas de vestir, niños que reían con sus padres, parejas escondiendo sus besos, algún marido que paseaba al perro con pan y periódico bajo el brazo... en fin, parecía que lo habíamos conseguido.

De repente, un perro de lo más simpático interrumpió una intrascendente conversación... se acercó con ojos alegres y más aún quedó por las caricias que le regalamos encantados. Era una perro bien cuidado, bien educado y nos sorprendía que el dueño no rondase cerca. Seguimos charlando cuando la segunda interrupción llegó por parte de la dueña, no dueño. Era una mujer de edad avanzada, aunque resaltaba su aparente buen estado de forma. De sus primeras palabras solo recuerdo su sonrisa, sencilla y amable... invitaba al dialogo, y aceptamos ... al menos yo. La finlandesa permanecía sonriente intentando cazar palabras, unirlas, tratando de comprender algo. Era evidente que la señora había recibido una buena educación, se expresaba de forma concisa y clara a pesar de la cantidad de información que transmitía en cada envite, puede que la viveza de sus ojos acentuaran sus intervenciones. Era sin duda una situacionista!!!

Era la dueña de la conversación. Ante mi evidente ignorancia decidí escuchar su voz calmada y carente de acento a pesar de haber vivido desde siempre "allí mismo", nos indicó con un leve gesto. Insistió en invitarnos a tomar un helado en su casa (¿o era un refresco?), yo hubiese accedido encantado pues su charla era realmente amena e interesante pero la escandinava empezaba a lanzarme miradas de socorro sin ser consciente siquiera de la invitación, lista la señora... pareció darse cuenta de la situación y sentenció que antes de "dejarnos tranquilos" (a lo que respondí con un sincero resople, tomándome confianzas sin saber porqué) , antes de irse le gustaría recomendarme un libro, "un libro y un escritor que no te puedes perder" sonrió.
"José Luis Sampedro, es facilísimo de recordar... San Pedro, como el apóstol ese"... Me dijo que empezase con La Sonrisa Etrusca y luego continuase...

Pues bien... no llevo ni cien páginas de ese libro y no dejo de pensar en aquel día, en aquel encuentro con aquella persona maravillosa. Me refiero a la señora catalana, de la finlandesa no volví a saber nada... la verdad es que de cerebro tenía lo justito para ver la televisión y poco más.

El caso es que el libro me esta cautivando, este hombre tiene una forma increíblemente sencilla de expresarse pero muy eficaz desde luego. Es todo lo que mi escasa cultura puede predicar sobre ello... aunque por suerte me permite disfrutar de su lectura. Ustedes, que me ganan en intelecto... de esto no me cabe duda, llévense a las manos este libro o cualquiera de este lúcido anciano. José Luis Sampedro.



Pd. En defensa de la finlandesa he decir que estaba muy buena, ella... oye. Además me descubrió un grupazo de su pais, The Crash, que paso a presentar a quien todavía no lo conozca... esta canción precisamente va con dedicatoria especial, como siempre.





Facundo Bonilla.


No hay comentarios:

Publicar un comentario