20110109

Sospechosos habituales


Después de la inexcusable tormenta anual de sonrisas forzadas, intercambios insípidos y demás obligaciones tengo que sacar algo de mi mente... una idea que se empezó a gestar en mis pensamientos y creo que ha llegado la hora de dar a luz antes de que me estalle la cabeza.

Se trata de una ironía, de una paradoja que cuanto más estorbaba mis pensamientos más siniestra se tornaba. Una idea muy simple, demasiado simple para ser una mera casualidad.

Desde hace tiempo no ha podido escapar a mi curiosidad el peligroso juego lingüístico que rodea el consumismo de la potencia de potencias, el país más poderoso, al menos así lo siguen vendiendo, que existe. Para los Estados Unidos de América el consumo es uno de los motores económicos, por extensión la deuda le acompaña con grilletes destinados para todo aquel que decida seguir el hacinado calendario que incita al despilfarro en ese país.
El consumo en si es un acto al que se le ponen toda clase de facilidades pero que una vez concebido sólo acompaña dos pasos, el primero es que la persona que ha comprado un objeto se lo quede o lo regale a otra persona.

Ahora empieza lo increíble de todo este sin sentido. En estas dos opciones puede que resida una fantasmagórica conspiración para que el ciudadano medio anglosajón no tenga conciencia de sus actos, del gasto, del malgasto, del consumo, de la deuda... del sinsentido.

Analizando la primera opción descubrimos que un individuo compra unos pantalones para su uso personal, esta prenda deberá ser estrenada antes o después. Resulta paradógico que el el gran mundo del consumo no exista una palabra que haga referencia a este hecho... el de estrenar algo. No existe esa palabra, por tanto se anula la conciencia de haber consumido ese producto... una vez en casa forma parte del entorno, de la ropa en general y no en el hecho de haber gastado dinero por ellos, o mucho peor haberlos adquirido a crédito. Por tanto el cerebro del individuo es distraído con más palabras de las necesarias para describir este hecho: "uno se pone los pantalones por primera vez", que de palabras...!!! en lugar de un simple: "estrenar". Por tanto el efecto sobre el subconsciente es doble, la inexistencia de la propia palabra hace que no pienses en la compra realizada y la única forma para describir "estrenar" algo adquirido emplea las palabras necesarias para que la mente este demasiada ocupada procesándolas.

Siguiendo la linea de consumo pasamos a la segunda opción, esos pantalones han sido adquiridos para regalar a otra persona... el ejemplo perfecto de este hecho lo hemos padecido en recientes fechas. Tampoco existe la palabra "regalar" en la maravillosa lengua de Shakespeare, si existe el concepto, regalo, dar, comprar... el hecho de que alguien haya comprado un objeto con la intención de que otra persona lo disfrute. Es otra forma de alejar el concepto de compra, de gasto, de consumo, de deuda... simplemente se da, se adquiere algo pensando en otra persona. Volvemos a la verborrea anterior para describir un acto tan simple cómo "regalar": "le he comprado a Juanito estos pantalones", "le voy a dar a Pepito estos pantalones cómo regalo..." demasiadas palabras...

Quizá el óxido me impida pensar con claridad ahora que la frecuencia de publicaciones ha caído exponencialmente, quizás sólo esté paranoico... pero puede que no.

Para los que opinen lo primero aquí va una canción muy del gusto situacionista, para los que no opinen también.







Salud.
FB



20100901

Mediterraneamente

Decía Joaquín Sabina "No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamas existió. No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió".

Esta cita quedó tatuada en mi mente mientras leía un mantel ecológico, desayunando.

En aquellos tiempos los publicitarios modernos, esos que pasean sus chaquetas de entretiempo por los lugares de moda de las ciudades más cosmopolitas. Esta gente tan envidiada estaba estancada, cómo si un virus unánime les hubiera afectado a todos ellos, a su grandilocuente creatividad... Asustados, y sin conocer el similar momento que atravesaban sus compañeros, comenzaron a pensar (más que nunca) cómo poder combatir ese germen de la desidia que se había instalado en ellos, que mataba poco a poco su creatividad y hacía que sus puestos de trabajo (muy bien remunerados, por cierto) peligrasen peligrosamente. Fueron con cuidado, algunos dejaron las drogas por un tiempo... estaban realmente preocupados.
De repente, y cómo si todos se hubiesen puesto de acuerdo, dieron con la nueva ola de la publicidad, una nueva forma de hacer de la televisión el arma de siempre... una mortífera amansadora de cerebros, imparable. Conscientes de su poder, consiguieron encontrar remedio a sus estúpidas y evidentes ideas pasadas. Habían dado con la clave, ya sabían cómo mantener sus vidas sustentadas por la apariencia.

Dejaron atrás aquellos estúpidos 30 segundos de absurdas premisas a veces sustentadas por vistosas animaciones de ordenadores potentes cómo balas. Ahora iban a dar un giro a esas cápsulas de consumismo.. ahora ya no venderían nada... eso es, nada de nada.
Ahora se vende humo disfrazado, ese humo alimenta una de las condiciones humanas más asequibles... las emociones.
Ahora se venden sentimientos, se vende añoranza por momentos que obligan a los sufridores televidentes a desear. Momentos digo, exprimen esos 30 segundos hasta conseguir que un señor de 42 años que vive en un pueblo de Soria desee irreprochablemente poseer una embarcación modesta usada antaño para la pesca pero que esta vez estaría tripulada por tres o cuatro sonrientes amigas en bikini. Por ejemplo.

Emociones. eso es... habían dado con la clave. No se si fueron todos a la vez, si fue un visionario cuyos delirios fueron copiados por ese ejército de chaquetas modernas y zapatos divertidos.
Pero creo que lo estoy exagerando todo, puede que esté estimando demasiado esos cerebros cuya gasolina se repuesta en los baños de lugares dónde beber es un lujo que sólo unos cuántos pueden permitirse. Puede que sólo sea una moda pasajera, cómo tantas ha habido. Si no es así, me quito el sombrero que nunca llevo ante todos ellos y les doy las gracias por hacer de mis momentos televisivos momentos fabricados por breves cápsulas peligrosas y que seguro ha renovado muchos contratos... y es que después de todo, de lo que hablamos es de dinero y de cómo hacer que fluya.

Hace mucho que no me enfrentaba al teclado, casi tanto cómo mis ganas de hacer certero el rumboso teclear de mi mano derecha.

Para no perder la costumbre, y aunque cada vez sean menos los que se pasean por aquí, despido esta absurda entrada con una canción... el contrapunto a todo este sinsentido que ha servido para retomar la fuga de tanto pensamiento efímero...

Situacionémonos de nuevo, o no.





Facundo Bonilla.


20100327

Favores


La luz del atardecer ciega al viandante en su camino pausado hacia un destino incierto, asi es cómo ha querido que sucedieran las cosas. Eligió ese camino y no habrá nada que lo detenga.

Con su mirada fija en el horizonte el personaje reflexiona sobre los favores recibidos, la ayuda prestada por gente que no esconde su corazón y lo ofrece sin compromisos. También lo hace sobre los favores que ha prestado, los muchos que todavía no ha ofrecido y, sobre todo, en los que ya nunca podrá brindar. Reflexiona también si todos estos favores, los suyos y los de los demás, son simples actos de egoísmo... imagina vientres inflados pensando en las buenas acciones del día y lo bien que se han sentido al prestar una mano a todo aquel que lo ha necesitado... Pero su cabeza baila en un ejercicio de negación sincera. Sólo tiene la certeza de sus experiencias aunque también está seguro de que todas las personas que ahora le rodean harían el mismo gesto que su cabeza sentenció anteriormente.

Hay gente buena y gente mala, de eso está seguro. El problema es que los peores no se dan cuenta de que lo son y tampoco nadie parece tener el coraje suficiente como para intentar salvarlos. Si, salvación... todos esos hijos de puta cuyas obras hacen daño a otros, ellos necesitan salvarse a si mismos antes de que sea tarde... necesitan perdonarse y rectificar sus acciones y reflexionar sobre todo lo bueno que pueden llegar a hacer por los que les rodean. Si, algunos, a pesar de su maldad interna, tienen la suerte de estar rodeados de personas... aunque estas parecen siempre mirar a otro lado en el momento oportuno.
Todavía no se han dado cuenta que ser bueno y ser malo cuesta el mismo trabajo...


Nada más que decir al respecto... de momento.
Despedida musical, cómo casi siempre... ("It's not what you do that makes you tired, I'ts how you sleep at night")






FB.

20100309

Situaciones de un situacionista


Terminábamos la cena de un día que había salido según lo previsto, mejor incluso. Pero a pesar de la satisfacción y las sonrisas durante la cena miradas perdidas, fugaces, denotaban el carácter de una jornada frenética y agotadora. Todo el equipo había dado lo mejor de sí mismos y el resultado fue extraordinario.

Antes de que llegasen los postres del lujoso restaurante próximo al puerto mi compañero, que residía en aquella ciudad, me propuso quedarme en lugar de regresar con los demás a casa. No existieron dudas, ni siquiera cuando pensé en que mis lentes de contacto deberían dejar mis ojos en algún momento de la noche. Pero su propuesta era tan clara cómo tentadora, salir a saco por Barcelona... una sonrisa burlona respondió por mi.
A los quince minutos de aquella mueca el personaje principal de esta historia, Alejandro, se sentó de un acrobático salto junto a nosotros con sus pupilas claramente dilatadas. A su parco atuendo le acompañaban dos cascos de moto, uno de los cuales sería para mi... pero yo todavía no lo sabía.
Después comenzaron unos minutos de frenéticas llamadas; lugares, personas, horarios, cantidades... era imposible seguir el hilo de las conversaciones.
Apuré mi cerveza al escuchar un imperativo "vámonos" de uno de ellos... De camino hacía la calle pregunté dónde íbamos ... "vamos un rato al casino y luego ya nos vamos por ahí"... nunca olvidaré esas palabras...

En el casino las sonrisas se multiplicaron pues el grupo se fue ampliando y todos parecían ser buena gente... Alejandro se movía cómo pez en el agua por aquellas latitudes tan peligrosas para el bolsillo de los escépticos. Caminaba con rumbo fijo y su cabeza giraba de vez en cuando con una sonrisa tranquilizadora para todos los que seguíamos sus pasos. En uno de esos giros, balbuceó palabras más tranquilizaroras todavía... "segidme", dijo... "esa mesa me dio suerte ayer". Esas palabras produjeron en mi cierta desconfianza...

Llegamos a la mesa de cuyo número no puedo acordarme, lo que si recuerdo es la armonía en los movimientos de Alejandro. Llegando a la mesa saludó a la crupier con un gesto agradable moviendo la cabeza, aderezado con una sonrisa indescriptible. Ocuparon sus asientos mientras yo permanecía de pie con la mano acariciando los dos billetes de veinte que reposaban en el bolsillo de mis pantalones. Esa misma mano acompañó a su hermana en un incrédulo cruce de brazos mientras contemplaba un numeroso ejercito de billetes de cincuenta esperando ser cambiados por fichas y dispuestos a asaltar la banca.

El plan inicial, "pasaremos por el casino a tomarnos unas cañas, sólo será un rato", se desvanecía por la intensidad del juego de nuestro personaje. Parecía todo un experto jugador de blackjack y en aquellos momentos empecé a dudar si eso era bueno o malo... las dudas se desvanecieron cuando saludó amigablemente a una camarera que ofreció sus mejillas para completar el gesto. "Estos están conmigo, sírveles lo que pidan"... maravilloso!!! ... A la voz de "para mi un tercio" saque sin pensar uno de los billetes gemelos y tomé el asiento de un incauto que se retiraba cabizbajo. La crupier me cambió el billete con una sonrisa incrédula, sabía que no permanecería sentado ni diez minutos... pero no fue así...

Yo tenía claro que sólo apostaría ese dinero, cuándo estaba a punto de complacer a la experta trabajadora del casino de Barcelona decidí apostar a las jugadas de Alejandro. Por un rato recuperé la sonrisa y traté de que la crupier viese la satisfacción en mis ojos... me ignoraba. Ella estaba concentrada en el juego de Alejandro que, poco a poco, fue perdiendo mordiente. Pronto se esfumó mi dinero y al volver la vista para reír por mi pérdida me di cuenta que el grupo había desaparecido. Sólo quedábamos Alejandro, mi compañero de trabajo y un servidor de ustedes que no comprendía nada de lo que estaba pasando... y menos aún lo que iba a suceder a continuación...

A los cinco de minutos de comprender que los planes habían cambiado, el jugador seguía cambiando billetes salidos de su cartera cómo si estuviese jugando a un juego de mesa en el salón de cualquier amigo, resignado vi a mi compañero colgar su teléfono con una sonrisa de satisfacción decorando su cara. Se acercó a mi y me informó que nos tenía que abandonar por un par de horas "me esta esperando una amiga" se limitó a decir...

Allí estaba yo, sólo con aquel personaje que había conocido apenas dos horas antes... parecía simpático si, pero estaba perdiendo hasta la camisa y no parecía tener intención de abandonar su asiento. Vi la espalda de mi compañero alejándose mientras otra cerveza fría llegaba a mis manos... "brindemos" dijo el personaje sin mover su culo un milímetro de su sitio. Me resigné a emborracharme viendo cómo el personaje y su juego se arrugaban cada minuto que pasaba y la siguiente media hora disfruté de innumerables cervezas, siempre acompañadas por la sonrisa de la camarera... pero mi placer de cebada se interrumpió cuándo Alejandro se acercó a mi "tienes que hacerme un favor" ... me temí lo peor, un jugador sin un duro pidiéndome que le hiciese un favor... "siéntate en mi banqueta y simplemente di PASO en todas las jugadas hasta que yo regrese"... con gran alivio ocupé su lugar mientras se dirigía cómo un yonki cualquiera a por su droga, el dinero... no era difícil conseguirlo, había muchos cajeros en aquel lugar.

Pronto regresó con una sonrisa de infante y los billetes impolutos, pero pronto se los entregó a la crupier... esta vez negaba con la cabeza con un leve gesto, casi imperceptible, sabía lo que iba a pasar... Y pasó claro, ella no era ninguna adivina pero conocía bien su trabajo... El personaje siguió perdiendo hasta la última ficha, mientras yo seguía bebiendo...
"tienes que hacerme otro favor"... miedo... " se que apenas nos conocemos pero..." los temores iniciales se hacían realidad de repente. Un ludópata desconocido me estaba pidiendo dinero. Una extraña sensación de camaradería se apoderó de la mano que fue a hacerse con mi cartera, con gesto rápido me indicó dónde estaba el cajero más próximo... "aunque lo pierda te lo devolveré, ya lo sabes... " yo no sabía nada, sólo que estaba a punto de cometer una estupidez... "tengo dinero en mi casa, te lo aseguro"...

Regresé con 300 euros en la mano y un estúpido semblante en mi cara... me lo agradeció con una sonrisa inmensa y, aunque sus ojos decían "confía en mi", yo sólo quería tener en la mano otra cerveza... me temía lo peor. No comenzaron bien aquellos 300 en la primera jugada... "¿le has dado dinero?" preguntó una voz imponente tras de mi... "no le tenías que haber dado nada, lo perderá" sentenció la vos cuando el reloj marcaba las tres y media de la madrugada. La noche que me prometieron distaba mucho de aquello que estaba viviendo...
"Soy el padre de Alejandro, encantado de conocerte"... alcé la mirada hacia un traje impecable adornado por una corbata de seda. Su semblante era serio al tiempo que afable, una media sonrisa intentó tranquilizarme... No lo consiguió.

Después de recriminar el comportamiento susurrando al oído de su hijo, el elegante caballero nos dejó un momento con palabras de esperanza... unas simples "ahora regreso, voy a sacar dinero". A continuación se sentó en el último asiento de la mesa al tiempo que llegaba la hora de cambiar de crupier... sospeché que todos allí parecían conocer a ese hombre y sobre todo... sus intenciones.

Lo que sucedió a continuación fue una de las experiencias más increíbles que he vivido nunca. Con la ayuda de su padre, apostando siempre al mínimo permitido por la mesa... diez euros creo recordar, la suerte de Alejandro comenzó a cambiar. El entusiasmo se apoderó de él y comenzó a apostar de tres en tres... la suerte hizo su aparición definitivamente y cada jugada que iniciaba el crupier era bendecida por la buscada por todos los hombres sobre la tierra. Ella, la suerte, hacía ganar cada ronda a Alejandro... regalándole blackjacks cuando nuestro personaje decidía desafiarla doblando jugadas cada vez que tenía oportunidad... "Blackjack!!!". También ella congregó en aquella mesa a un ejército de incrédulos curiosos que deseaban ser testigos de aquel milagro. Yo permanecía con la cerveza en la mano y una amplia sonrisa queriendo gritar "es mi colega el que gana"... reprimí la emoción que también me desbordaba e intentaba imaginar lo que pasaba por la cabeza de nuestro personaje. "Blackjack!!!" de nuevo ganaba lo máximo, cada ronda saqueaba al casino, cada ronda se hacía con mil quinientos euros y yo no podía creer lo que veía... "otra cerveza" balbuceaba con emoción... "Blackjack!!!"... de nuevo volvía a ganar, seguía apostando tres jugadas en cada ronda, cada una arriesgando quinientos euros. Nada de riesgo, la suerte se había sentado a su lado... yo permanecía en el otro, próximo al hombre con más suerte de toda Barcelona aquella noche... En menos de media hora la alianza entre la suerte y su padre hicieron que Alejandro no pudiera sujetar las dos bandejas de fichas que le entregaron al cerrar la mesa... antes incluso de la hora prevista... al menos tuve esa impresión... veinticuatro mil euros en total!!! Aquella racha podría haber continuado durante horas... pero alguien decidió pararlo, aunque a nuestro personaje no pareció importarle demasiado. Corría cómo un poseso hacía la caja para cambiar las fichas. Recibió un sobre obeso que fue directo a su entrepierna. Se despidió de su padre mientras yo apuraba la última cerveza, nunca supe cuántas bebí pero nunca antes nada había sido tan irrelevante...

Salimos de allí gritando, abrazándonos cómo viejos amigos... de camino a su moto, con la noche difuminándose, comenzó a hacer planes. "vamos a alquilar un descapotable y nos vamos a la playa"... estaba eufórico, también yo!
Llegamos a su casa y cumplió su promesa... sin tocar el sobre que viajó volando desde el interior de sus pantalones a la mesa del salón, cómo si de una revista sin valor se tratase... casi con indiferencia, se dirigió a su estantería y delicadamente extrajo una carátula cuyo título no recuerdo, intrascendente en cualquier caso pues en su interior no había ningún DVD... estaba repleto de billetes lilas... si, existen... los billetes de quinientos existen!!! "¿Ves?"..."no te mentía, te lo iba a devolver"... y lo hizo, pero en vez de devolverme los trescientos que le entregué con resignación horas antes, me acercó uno de esos billetes de color extraño... con una sonrisa burlona... "gracias, por el préstamo... me salvaste". Era imposible que la emoción abandonase mi cuerpo...

El día seguiría con algunos otros disparates que no harían más que alargar esta ya interminable historia.

Para redondear este momento tan emocionante, por lo menos yo lo siento así... escribiendo esto se me han vuelto a poner los pelos cómo escarpias!, creo que no hay mejor canción para hacerlo que una que trata de un ganador que acabó muy mal... Alejandro también lo hizo, pero eso es otra historia...

Aquí va:




Besos para ellas, abrazos para ellos.

FB.

20100307

Disculpas


Mis dedos se sienten extraños acariciando las teclas de este nuevo ordenador, muchas cosas nuevas han pasado también durante estas largas semanas de sequía situacionista. Pero la lectura positiva del abandono feroz al que se ha sometido este espacio en linea es que un aspirante a situacionista parece haber encontrado la senda de su buena situación.

Extraños mis dedos cómo oxidado mi cerebro, antaño las ideas se acumulaban antes de pulsar el botón "nueva entrada" de este, nuestro blog. Ahora, toda esa materia gris que se acumula por encima de mis cejas se siente incómoda tratando de recordar un lenguaje que antes hablaba con fluidez. No se muy bien lo que estoy escribiendo y mucho menos cómo acabará esta primera entrada de marzo, también lo es de este "nuevo" año", pero si se porqué estoy sentado frente a esta pantalla impoluta.

Los lectores habituales ya se habrán cansado de volver a revisar si alguno de nosotros hemos hecho el "esfuerzo" de dejar por escrito y para siempre lo que se nos pasa a veces por la cabeza. Con la sensación de que sólo una persona va a leer esto continuo con el relato de estos meses de silencio.

Lo cierto es que en ese camino difícil por el cual estamos obligados a caminar, algunos van de puntillas, otros tumbados en el sofá, estamos constantemente tomando decisiones... incluso los abonados al sofá. Reconozco que las mías no han sido meditadas profundamente, la teoría de la deriva me aconsejó no hacerlo nunca. Muchas de estas decisiones han afectado el ritmo en que las publicaciones florecían en este blog. De la mayoría no me arrepiento pues considero que me encuentro en uno de los mejores momentos de mi vida, para muchos (si es que alguien más tiene la oportunidad de juzgarlo) esta afirmación es una simple frivolidad barata. Pueden ustedes pensar lo que les parezca.

Me he visto envuelto en una nueva aventura discográfica que hoy mismo ha dejado de existir. Después de dedicar horas, días, meses... comprometer amistades (Gracias mil Manolo!!!) calentar mi oreja en infinidad de ocasiones a base de móvil (con su correspondiente facturita) la cosa no ha salido cómo esperaba. A nadie culpo, ni siquiera a mi mismo... podría decirse que culpo a la maldita burocracia y sus esclavos los burócratas (ya lo advertía Max Weber hace más de un siglo, pero el hombre insiste en olvidar la historia). Aún así no me arrepiento de nada, todo lo que hice fue por decisión propia y con gran satisfacción para mi, por cierto.

Además de este remolino de rock noventero que me ha acompañado desde noviembre he de añadir que otras ocupaciones, por lo menos estas si me permitían comprar algún que otro paquete de tabaco que otro, han protagonizado mi atención y por tanto hacer que olvidase el placer de la escritura y también la lectura... aún más placentero por cierto. Esas ocupaciones son más que conocidas por los amigos situacionistas (o aspirantes... cómo yo) aficionados a este, también su blog. Por suerte parece que esas ocupaciones se han situacionado en el centro de mi vida y son, a día de hoy mi única esperanza de libertad... y espero que feliucidad también.

Sólo queda disculparme ante el teclado y también ante ustedes. Y cómo el movimiento se demuestra andando remataré esta sarta de idioteces con una canción, cómo viene siendo habitual... espero que les guste.





Besos,
Un tal Facundo Bonilla.

20091218

Suerte de un situacionista


Uno de nuestros amigos ha hecho una incursión en una publicación (sin comentarios)


Publicado en Cyan Magazine #7. (www.cyanmag.com)

Salud!
FB.

20091201

Mi cita con María


Me costó poco levantarme a la mañana siguiente, en primer lugar porque no me visitó la cruda y tal vez también porque a las dos y media ya han desaparecido todos los efectos negativos que me raptaron a la cama la noche anterior. Antes de arroparme plácidamente, cómo nunca antes lo había hecho, apunté varias frases en el móvil... lo hago a menudo.
Pensé en el frío de vuelta a casa y cómo hacía temblar todo mi cuerpo de trapo, apreté el paso en el eterno camino hacía mi casa y conseguí entrar en calor. Intenté dejar de pensar en ese frío infernal pensando en las mil cosas que pienso al día, pero en ese momento yo sólo podía pensar en María...
Estaba a punto de marcharme del bar, a punto si... pero me puse mi chaqueta y me encontré mucho más cómodo. Empecé de nuevo a hablar con la gente, sin que la sonrisa pareciera querer abandonar mi rostro... no recuerdo de qué hablaba pero seguro que ella, mi sonrisa, se acordaba de María. Prolongué unos minutos más mi salida hacia las gélidas calles alcarreñas, sabía lo que me esperaba en realidad... quizá por eso apuré tanto.
María ha desaparecido, tampoco quiero saber de ella... en estos momentos sólo me pondría peor, fijado a este frío asiento de cemento con muy pocas ganas de ponerme de pie y disfrutar de la música. María llegó, sonreímos y al irse me dejó dolor... pero ya no podía verla...
Se vivieron momentos de tensión debido al monopolio que un grupo de exaltados punkis ejercían en el centro de la ya hacinada pista de baile. Yo intentaba mantener mi buen rollo, María me había dicho que volvía en un rato, disfrutaba de buena compañía y todavía recordaba el conciertazo de hacia un rato... a pesar de los comentarios de algunos parroquianos sobre el sonido.
Sonrío, no paro de hacerlo, María está conmigo y no paro de reírme... ya no hay dolor, solo sonrisas, cervezas pasando, cigarros apurados avisan a los dedos que también están embobados con ella. Esta María es única, he conocido otras... pero cómo esta, pocas.
De repente un grupo de dulzainas castellanas, acompañadas por un tambor, interrumpen a un Vj muy enojado. Se marcan unos sonidos de la tierra, todo el mundo esta alucinado... y yo más todavía, nunca había visto nada parecido. Aunque supongo que los más sorprendidos fueron los integrantes de la banda y acompañantes... de hecho lo estaban, y mucho... pasado el momento de gloria, recriminado por el de la cabina posteriormente con toda una serie de clásicos del rock, me acerqué a ellos para ver sus caras que ya lo decían todo... habían alucinado. Ni comiéndose tres tripis hubiesen experimentado algo tan espontaneo y psicodélico...
Termina el concierto y me acerco a la cabina "creo que no es el momento para poner mi disco después de lo visto y oído", me senté unos instantes para dejar descansar el maldito brazo. Pasados unos minutos Carlos, el de la eterna sonrisa, y Regi, su adorable novia, se acercaron a charlar con el que escribe (son dos grandes situacionistas, aunque no lo quieran reconocer) . Y después de tanto hablar me preguntaron si me apetecía conocer a María... Regi me acercó, lo que parecía un cigarro, y la cosa empezó a cambiar... los tres empezamos a sonreír y la noche cambió por completo. Reíamos hablando de lo buena que era María, y de otras cosas más que ya ni recuerdo ¿será por María?
En un momento de la conversación, de inspiración, Carlos y yo vislumbramos grandes fotografías, allá en el horizonte, más allá incluso de la barra fue... me acuerdo (esta vez no, María). Esas fotos tienen que hacerse si o si, y se las dedicaremos a la gran María.
El concierto me estaba gustando mucho, no paraba de repetirlo a todo el que se pusiera a tiro... aunque a mi brazo no tanto, era la segunda vez que salía oficialmente sin ataduras y las estrecheces del local favorecían roces y empujones con los que mi extremidad no estaba conforme. Pero yo seguía disfrutando del atronador y contundente sonido del grupo y no podía escuchar las quejas... cerveza, cigarro y mi cabeza cómo la de los perros de la parte trasera de los coches con clase... y vuelta a empezar: cigarro, cerveza, movimiento de cabeza (esto último era constante, aún entre las canciones... sería la inercia, que mala es la inercia...)
Pero el concierto terminó y, después de congratular a quién correspondía, mis oídos comenzaron a escuchar las persistentes quejas que mi brazo llevaba practicando desde hacía rato... ahora las oía perfectamente, aunque con un ligero y constante pitido en la lejanía de mi cerebro.
Ramón y yo llegamos prontito, aunque la prueba de sonido ya había terminado... perfecto!. Tiempo suficiente cómo para ir a comer algo y llegar al Ke Kaña para tomarse un par de cervezas antes de que empezasen Dinero, un grupo que empieza a echar el vuelo... y que además lo puede hacer muy alto. Cuando Triki vio que su garito comenzaba a llenarse dio luz verde para el comienzo del bolo, muy contundente por cierto. Dinero es un trío que suena cómo un sexteto, un gran sonido en definitiva... la noche empezaba bien.

Y para muestra... un vídeo, su vídeo.

Dinero (En invierno)




Que conste que no es su mejor su canción...

Besos y abrazos,

Facundo Bonilla.


20091120

MUSICACIONISMO


Oído cocina!!! mientras mis dedos preparan otro tostón de lectura infumafle, de esos que engrandecen aún más la figura de Ricardo Paredes y su prosa infinita, invito a todos a escuchar este grupo musico-vocal de reciente creación... los más avispados ya sabrán quiénes son, por lo tanto espero comentarios... sea cual fuere su naturaleza.



FBI

20091119

Explicando el desconcierto posterior (a cuatro manos)

La cara de Martín reflejada en el espejo de mi cuarto de baño.

El beso de Simona y su lento abrazo.

Las miles de caricias que nunca mereció.

El discreto encuentro con la verdad apacible.

La mirada impertérrita de un soñador acosado.

Posturas desprovistas de cualquier orden.

Ridículas falacias que nada importan.

Los descansos preciosos tras la hora de la siesta.

La culminación del amor desahuciado.

¡Despertad, ángeles caídos, de vuestro letargo!

Conviene pensar en una noche tranquila del mes de abril, el mes maldito por excelencia de mi tía Lourdes. En abril conoció mi tía Lourdes al que sería su futuro marido, en abril se casó y en abril comenzó a cumplir condena en la cárcel de mujeres de XXX por asesinato. Aquella noche tranquila que, desgraciadamente, ya queda lejos, Martín observó en los ojos de Simona un interés casi procaz por su persona, una deferencia absoluta por sus palabras y gestos, en fin, una atención inusitada en la tierna Simona por el sexo masculino. Simona era terca y orgullosa, tenaz y perseverante, siempre dispuesta a mostrarse altiva. Sin embargo todo cambió, la sonrisa ambigua de Martín creció hasta apoderarse de la dulce Simona.
Aquella noche no llovía, el cielo liso y estrellado auguraba una primavera lustrosa y feliz. La reunión en casa de Pedrito se alargó hasta bien entrada la madrugada. Lo que comenzó siendo la celebración por el regreso de Bernabé, acabó convirtiéndose en el encuentro inefable de dos almas impropias de este vulgar mundo. Simona primero y luego Martín renunciaron con descaro a lo que decíamos los demás, ambos fueron ocultándose hasta huir por completo de la acalorada discusión que manteníamos acerca de la reciente separación de Judith y Pedrito Rojas, ambos presentes y muy activos en la contienda.
Judith sostenía con firmeza que todo tiende a finalizar, aportando numerosos ejemplos. Pedrito se escudaba una y otra vez en un no se qué de sentimientos verdaderos dando una importancia inusual a este hecho. Los demás proponíamos soluciones basándonos, casi siempre, en la propia experiencia. Pero por encima de todo este ir y venir conseguían atraer mi atención las incesantes miradas que se iban dedicando a intervalos, cada vez más cortos, Simona y Martín.

Ahora, tras jugar a ser el espectador impertérrito, me pregunto: Simona y Martín, ¿nacieron para estar juntos?, ¿estaba escrito que acabarían uniéndose en ese abrazo infinito?, ¿fue fruto de la casualidad, de las circunstancias?, o ¿de una suerte de misterio que hoy todavía no logro atajar? Todas estas cuestiones me invaden cuando los veo felizmente juntos. Soy incapaz de augurar algo verdadero en esta historia, siempre me decanto por una maraña de engaños que la vida ofreció en su momento a ambos, e incluso veo factible que tanto Martín como Simona sean conscientes de la mentira que los mantiene juntos.¿El hecho sexual?, ¿un extraño sentimiento que caló con profundidad en el corazón de Simona y que ocasionó en Martín un desajuste emocional que ya venía buscando? Sin duda, me parece inverosímil lo ocurrido, esa desfachatez, ese tesón por crear relaciones del mismísimo aire que, al fin y al cabo, nos ayuda a respirar, ese deseo tan humano de unir vidas aunque tan sólo sea por simple apariencia, o por el tan ridículo y también tan humano miedo a estar solos, como si la soledad fuera algo de lo que podemos escapar. Nacer, vivir y morir solos es consustancial al ser humano, por mucha pareja, por mucha amistad, por mucha familia que nos ayude, que nos acompañe y que nos haga sonreír. Por eso la soledad es tan terrible, porque el mundo es tan grande y nosotros tan pequeños que necesitamos sentir cerca el calor de otras personas, porque incluso rodeado de gente, el ser humano, si se lo propone, es capaz de notar la persistencia de la soledad.

A pesar de todo unieron sus vidas. No hubo preparativos ni ceremonias, no consintieron que su aventura viniera marcada por unos pasos, no hubo programación. Se trataba de una atracción demasiado fuerte, casi alienante, y así, desnudos ante imprevistos, huérfanos de tópicos y prejuicios, marcharon hacia la pasión, hacia su pasión desatada y feliz. Martín y Simona, dos seres impecablemente unidos. La insólita pareja, de un plumazo, convirtió lo que era incomunicación en una simbiosis perfecta, en una furia de amor ilimitada; la sonrisa de él, la inusual y milenaria belleza de ella.


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Martín y Simona se abrazaron por última vez una tarde de abril de viento imposible, agazapados bajo el árbol que daba sombra a su banco en aquel parque mágico situado en el centro de la ciudad. Ninguno de los dos lo decidió así. Fue una tarde distinta pero no tan distinta a otras que habían pasado en aquel mismo lugar. Quién iba a imaginar que ese abrazo sería la culminación de su desesperada búsqueda. Nadie que los hubiera visto en los últimos meses podría concluir que ya no volverían a abrazarse ni a sentir mutuamente las miradas a las que nos tenían acostumbrados. Su historia se acabó igual que empezó, sin que nadie lo intuyera, sin que nadie por un instante pensara que podría ocurrir.


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Hemos retomado aquella conversación que comenzamos en el boulevard, justo enfrente del quiosco que se encuentra debajo del edificio azul, colindante con el templo de la luz. Ha sido extraño, Simona realizó una serie de preguntas que no eran exactamente conjeturas pero que para mí lo fueron. Conjeturas y deseos expresados una mañana no muy soleada pero agradable y mirándome muy de cerca, ofreciéndome su aliento, perfume de su voz, y sus dientes preciosos bailando al son de frases construidas con palabras sobrias y directas. La espera confirmó una hipotética y vaga reconciliación, o sólo, quizá, atisbos de ella, pequeñas sensaciones dispares que anunciaban lo que parecía perdido.


R.P. y M.B.


Y tras esto y lo que queda por venir, Sr Bonilla, deberías echarme una mano y poner algo de música para soportar este folletín entrecortado que ve la luz en una sola entrega.

muchas gracias.

Tres poemas en prosa que Martín le escribe a Simona (lamentable este Martín y su maldita estatua)

Esa pena misteriosa de ráfaga y letargo, con sus voces sordas, con sus punzantes hilos de dolor. Vuelve por culpa de la foto infame que destrozó la espera y la esperanza. Rotos los lazos invisibles y mi sonrisa distinta, me distraigo escribiendo desolado el origen del final de todo, el mundo aparte que vivía se desploma destrozando la palabra sutil que preparaba. ¿Dónde me creo que luce tu luz?, ya no hay luces sino sombras, ya procuro borrar huellas de ti, querida, ya pretendo que todo se acabó y algo comienza.
Recuerdo tus pasos que son sólo recuerdo, los ritmos del amor cambiaron y no me pertenecen. Engaño que grito al viento, ritos del inicio, farsas de lo por llegar. La duda extrema fulmina y equipara esta otra realidad al sueño de anoche tan cerca de la angustia y el presagio infausto.

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La estatua y esa pena que sufre, ráfaga y letargo. Implora a través del silencio de la noche. Suspira, perturbada, por las falsas noticias de la fantasía. Agotada y febril, oscura y desarmada por la quietud, distrae con voces su equilibrio atroz, su impecable mirada ausente, su rostro marmóreo de precisión fatal. Declama distante, promete sin verbo apasionado. Rescata la pérdida y huye hacia lo conocido, hacia aquel recuerdo de lágrimas y labios cortados por el deseo.

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La estatua no concibe una tarde al olor de los geranios mecidos por la brisa vespertina, o tal vez bañados por el tenue reflejo dorado de un sol que se apaga. No disputa el banco a aquella pareja que se sostiene a golpe de besos y caricias.
La estatua se funde con la noche amarga poblada de recuerdos, con aquella noche ya lejana de sábanas blancas y cuerpos desnudos (en la penumbra artificial del deseo).
Los árboles del parque y sus parterres iluminados, el trote gracioso del niño tras su pelota, el césped poblado de jóvenes tumbados a la luz de la luna, todo ello no difumina la oscuridad y el desconcierto, la habitación cerrada y los versos crudos y nefastos.
La estatua se despide del día, vuelve la noche y los insomnes se acomodan en sus bancos invisibles para distraer a esa estatua que mira a lo lejos y sólo ve cicatrices en rostros desconocidos.

No apto para risueños

Una nueva meditación, un nuevo pensamiento arrojado al abismal reencuentro con aquel silencio convulso. Nada de esto tiene la predisposición impuesta, a cada instante, de saber vivir, no ya vivir, sino de sospechar que sabes vivir como nadie puede hacerlo, quizás por indiferencia, o posiblemente por una cuestión enfermiza de comprender las indagaciones de un misterio íntimo, más problemático que interesante.
De esta forma pensaba el hombre meditativo. Extraña para su edad, ilusionante y un poco fuera de tono. Los últimos sucesos salvaguardaron un carácter adolescente, renaciendo de lo que él creía que eran cenizas incomparables; un pasado incierto, un presente salvaje y, de nuevo, un futuro incierto. De lo inmediatamente anterior sólo recuerda, aunque recuerda todo, los momentos de mucha satisfacción: añoranzas sirviéndose de la nostalgia comiéndose a sí mismo en un presente invariable. Lo más sencillo y menos vulgar le acuciaba, sin saber la razón, con la libertad propia del que se deja sonreír sin miramientos y muecas burlonas, agrias y poco acertadas, como de costumbre, con la libertad que suplica y prescinde de los bellos parajes de la autocomprensión; inquietud, obsesión, sacrílegos instantes llenos de remordimiento. Eso es todo y seguro que es nada. Pero el hombre pensaba, nadie podía declararse preocupado, sólo yo, que le tenía enfrente luchando por humedecer estos surcos resecos, cortantes de mi aliento nauseabundo. No había amor, ni tan siquiera cariño, lo único que podía ocurrir tenía remedio: me interesaba aquella retahíla de muecas vacías pero profundas.