20091119

No apto para risueños

Una nueva meditación, un nuevo pensamiento arrojado al abismal reencuentro con aquel silencio convulso. Nada de esto tiene la predisposición impuesta, a cada instante, de saber vivir, no ya vivir, sino de sospechar que sabes vivir como nadie puede hacerlo, quizás por indiferencia, o posiblemente por una cuestión enfermiza de comprender las indagaciones de un misterio íntimo, más problemático que interesante.
De esta forma pensaba el hombre meditativo. Extraña para su edad, ilusionante y un poco fuera de tono. Los últimos sucesos salvaguardaron un carácter adolescente, renaciendo de lo que él creía que eran cenizas incomparables; un pasado incierto, un presente salvaje y, de nuevo, un futuro incierto. De lo inmediatamente anterior sólo recuerda, aunque recuerda todo, los momentos de mucha satisfacción: añoranzas sirviéndose de la nostalgia comiéndose a sí mismo en un presente invariable. Lo más sencillo y menos vulgar le acuciaba, sin saber la razón, con la libertad propia del que se deja sonreír sin miramientos y muecas burlonas, agrias y poco acertadas, como de costumbre, con la libertad que suplica y prescinde de los bellos parajes de la autocomprensión; inquietud, obsesión, sacrílegos instantes llenos de remordimiento. Eso es todo y seguro que es nada. Pero el hombre pensaba, nadie podía declararse preocupado, sólo yo, que le tenía enfrente luchando por humedecer estos surcos resecos, cortantes de mi aliento nauseabundo. No había amor, ni tan siquiera cariño, lo único que podía ocurrir tenía remedio: me interesaba aquella retahíla de muecas vacías pero profundas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario