20100309

Situaciones de un situacionista


Terminábamos la cena de un día que había salido según lo previsto, mejor incluso. Pero a pesar de la satisfacción y las sonrisas durante la cena miradas perdidas, fugaces, denotaban el carácter de una jornada frenética y agotadora. Todo el equipo había dado lo mejor de sí mismos y el resultado fue extraordinario.

Antes de que llegasen los postres del lujoso restaurante próximo al puerto mi compañero, que residía en aquella ciudad, me propuso quedarme en lugar de regresar con los demás a casa. No existieron dudas, ni siquiera cuando pensé en que mis lentes de contacto deberían dejar mis ojos en algún momento de la noche. Pero su propuesta era tan clara cómo tentadora, salir a saco por Barcelona... una sonrisa burlona respondió por mi.
A los quince minutos de aquella mueca el personaje principal de esta historia, Alejandro, se sentó de un acrobático salto junto a nosotros con sus pupilas claramente dilatadas. A su parco atuendo le acompañaban dos cascos de moto, uno de los cuales sería para mi... pero yo todavía no lo sabía.
Después comenzaron unos minutos de frenéticas llamadas; lugares, personas, horarios, cantidades... era imposible seguir el hilo de las conversaciones.
Apuré mi cerveza al escuchar un imperativo "vámonos" de uno de ellos... De camino hacía la calle pregunté dónde íbamos ... "vamos un rato al casino y luego ya nos vamos por ahí"... nunca olvidaré esas palabras...

En el casino las sonrisas se multiplicaron pues el grupo se fue ampliando y todos parecían ser buena gente... Alejandro se movía cómo pez en el agua por aquellas latitudes tan peligrosas para el bolsillo de los escépticos. Caminaba con rumbo fijo y su cabeza giraba de vez en cuando con una sonrisa tranquilizadora para todos los que seguíamos sus pasos. En uno de esos giros, balbuceó palabras más tranquilizaroras todavía... "segidme", dijo... "esa mesa me dio suerte ayer". Esas palabras produjeron en mi cierta desconfianza...

Llegamos a la mesa de cuyo número no puedo acordarme, lo que si recuerdo es la armonía en los movimientos de Alejandro. Llegando a la mesa saludó a la crupier con un gesto agradable moviendo la cabeza, aderezado con una sonrisa indescriptible. Ocuparon sus asientos mientras yo permanecía de pie con la mano acariciando los dos billetes de veinte que reposaban en el bolsillo de mis pantalones. Esa misma mano acompañó a su hermana en un incrédulo cruce de brazos mientras contemplaba un numeroso ejercito de billetes de cincuenta esperando ser cambiados por fichas y dispuestos a asaltar la banca.

El plan inicial, "pasaremos por el casino a tomarnos unas cañas, sólo será un rato", se desvanecía por la intensidad del juego de nuestro personaje. Parecía todo un experto jugador de blackjack y en aquellos momentos empecé a dudar si eso era bueno o malo... las dudas se desvanecieron cuando saludó amigablemente a una camarera que ofreció sus mejillas para completar el gesto. "Estos están conmigo, sírveles lo que pidan"... maravilloso!!! ... A la voz de "para mi un tercio" saque sin pensar uno de los billetes gemelos y tomé el asiento de un incauto que se retiraba cabizbajo. La crupier me cambió el billete con una sonrisa incrédula, sabía que no permanecería sentado ni diez minutos... pero no fue así...

Yo tenía claro que sólo apostaría ese dinero, cuándo estaba a punto de complacer a la experta trabajadora del casino de Barcelona decidí apostar a las jugadas de Alejandro. Por un rato recuperé la sonrisa y traté de que la crupier viese la satisfacción en mis ojos... me ignoraba. Ella estaba concentrada en el juego de Alejandro que, poco a poco, fue perdiendo mordiente. Pronto se esfumó mi dinero y al volver la vista para reír por mi pérdida me di cuenta que el grupo había desaparecido. Sólo quedábamos Alejandro, mi compañero de trabajo y un servidor de ustedes que no comprendía nada de lo que estaba pasando... y menos aún lo que iba a suceder a continuación...

A los cinco de minutos de comprender que los planes habían cambiado, el jugador seguía cambiando billetes salidos de su cartera cómo si estuviese jugando a un juego de mesa en el salón de cualquier amigo, resignado vi a mi compañero colgar su teléfono con una sonrisa de satisfacción decorando su cara. Se acercó a mi y me informó que nos tenía que abandonar por un par de horas "me esta esperando una amiga" se limitó a decir...

Allí estaba yo, sólo con aquel personaje que había conocido apenas dos horas antes... parecía simpático si, pero estaba perdiendo hasta la camisa y no parecía tener intención de abandonar su asiento. Vi la espalda de mi compañero alejándose mientras otra cerveza fría llegaba a mis manos... "brindemos" dijo el personaje sin mover su culo un milímetro de su sitio. Me resigné a emborracharme viendo cómo el personaje y su juego se arrugaban cada minuto que pasaba y la siguiente media hora disfruté de innumerables cervezas, siempre acompañadas por la sonrisa de la camarera... pero mi placer de cebada se interrumpió cuándo Alejandro se acercó a mi "tienes que hacerme un favor" ... me temí lo peor, un jugador sin un duro pidiéndome que le hiciese un favor... "siéntate en mi banqueta y simplemente di PASO en todas las jugadas hasta que yo regrese"... con gran alivio ocupé su lugar mientras se dirigía cómo un yonki cualquiera a por su droga, el dinero... no era difícil conseguirlo, había muchos cajeros en aquel lugar.

Pronto regresó con una sonrisa de infante y los billetes impolutos, pero pronto se los entregó a la crupier... esta vez negaba con la cabeza con un leve gesto, casi imperceptible, sabía lo que iba a pasar... Y pasó claro, ella no era ninguna adivina pero conocía bien su trabajo... El personaje siguió perdiendo hasta la última ficha, mientras yo seguía bebiendo...
"tienes que hacerme otro favor"... miedo... " se que apenas nos conocemos pero..." los temores iniciales se hacían realidad de repente. Un ludópata desconocido me estaba pidiendo dinero. Una extraña sensación de camaradería se apoderó de la mano que fue a hacerse con mi cartera, con gesto rápido me indicó dónde estaba el cajero más próximo... "aunque lo pierda te lo devolveré, ya lo sabes... " yo no sabía nada, sólo que estaba a punto de cometer una estupidez... "tengo dinero en mi casa, te lo aseguro"...

Regresé con 300 euros en la mano y un estúpido semblante en mi cara... me lo agradeció con una sonrisa inmensa y, aunque sus ojos decían "confía en mi", yo sólo quería tener en la mano otra cerveza... me temía lo peor. No comenzaron bien aquellos 300 en la primera jugada... "¿le has dado dinero?" preguntó una voz imponente tras de mi... "no le tenías que haber dado nada, lo perderá" sentenció la vos cuando el reloj marcaba las tres y media de la madrugada. La noche que me prometieron distaba mucho de aquello que estaba viviendo...
"Soy el padre de Alejandro, encantado de conocerte"... alcé la mirada hacia un traje impecable adornado por una corbata de seda. Su semblante era serio al tiempo que afable, una media sonrisa intentó tranquilizarme... No lo consiguió.

Después de recriminar el comportamiento susurrando al oído de su hijo, el elegante caballero nos dejó un momento con palabras de esperanza... unas simples "ahora regreso, voy a sacar dinero". A continuación se sentó en el último asiento de la mesa al tiempo que llegaba la hora de cambiar de crupier... sospeché que todos allí parecían conocer a ese hombre y sobre todo... sus intenciones.

Lo que sucedió a continuación fue una de las experiencias más increíbles que he vivido nunca. Con la ayuda de su padre, apostando siempre al mínimo permitido por la mesa... diez euros creo recordar, la suerte de Alejandro comenzó a cambiar. El entusiasmo se apoderó de él y comenzó a apostar de tres en tres... la suerte hizo su aparición definitivamente y cada jugada que iniciaba el crupier era bendecida por la buscada por todos los hombres sobre la tierra. Ella, la suerte, hacía ganar cada ronda a Alejandro... regalándole blackjacks cuando nuestro personaje decidía desafiarla doblando jugadas cada vez que tenía oportunidad... "Blackjack!!!". También ella congregó en aquella mesa a un ejército de incrédulos curiosos que deseaban ser testigos de aquel milagro. Yo permanecía con la cerveza en la mano y una amplia sonrisa queriendo gritar "es mi colega el que gana"... reprimí la emoción que también me desbordaba e intentaba imaginar lo que pasaba por la cabeza de nuestro personaje. "Blackjack!!!" de nuevo ganaba lo máximo, cada ronda saqueaba al casino, cada ronda se hacía con mil quinientos euros y yo no podía creer lo que veía... "otra cerveza" balbuceaba con emoción... "Blackjack!!!"... de nuevo volvía a ganar, seguía apostando tres jugadas en cada ronda, cada una arriesgando quinientos euros. Nada de riesgo, la suerte se había sentado a su lado... yo permanecía en el otro, próximo al hombre con más suerte de toda Barcelona aquella noche... En menos de media hora la alianza entre la suerte y su padre hicieron que Alejandro no pudiera sujetar las dos bandejas de fichas que le entregaron al cerrar la mesa... antes incluso de la hora prevista... al menos tuve esa impresión... veinticuatro mil euros en total!!! Aquella racha podría haber continuado durante horas... pero alguien decidió pararlo, aunque a nuestro personaje no pareció importarle demasiado. Corría cómo un poseso hacía la caja para cambiar las fichas. Recibió un sobre obeso que fue directo a su entrepierna. Se despidió de su padre mientras yo apuraba la última cerveza, nunca supe cuántas bebí pero nunca antes nada había sido tan irrelevante...

Salimos de allí gritando, abrazándonos cómo viejos amigos... de camino a su moto, con la noche difuminándose, comenzó a hacer planes. "vamos a alquilar un descapotable y nos vamos a la playa"... estaba eufórico, también yo!
Llegamos a su casa y cumplió su promesa... sin tocar el sobre que viajó volando desde el interior de sus pantalones a la mesa del salón, cómo si de una revista sin valor se tratase... casi con indiferencia, se dirigió a su estantería y delicadamente extrajo una carátula cuyo título no recuerdo, intrascendente en cualquier caso pues en su interior no había ningún DVD... estaba repleto de billetes lilas... si, existen... los billetes de quinientos existen!!! "¿Ves?"..."no te mentía, te lo iba a devolver"... y lo hizo, pero en vez de devolverme los trescientos que le entregué con resignación horas antes, me acercó uno de esos billetes de color extraño... con una sonrisa burlona... "gracias, por el préstamo... me salvaste". Era imposible que la emoción abandonase mi cuerpo...

El día seguiría con algunos otros disparates que no harían más que alargar esta ya interminable historia.

Para redondear este momento tan emocionante, por lo menos yo lo siento así... escribiendo esto se me han vuelto a poner los pelos cómo escarpias!, creo que no hay mejor canción para hacerlo que una que trata de un ganador que acabó muy mal... Alejandro también lo hizo, pero eso es otra historia...

Aquí va:




Besos para ellas, abrazos para ellos.

FB.

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