20090309

Explico algunas cosas


No, no soy Pablo Neruda, soy Ricardo Paredes y hoy hablaré sobre mi falta de inspiración o, mejor dicho, sobre una de las posibles causas de mis pocas intervenciones en este blog.
Pero antes quiero decir que hoy, mi sobrina, una niñita que se llama Vera, me ha sacado los colores y me ha dejado, como suele decirse, a la altura del betún diciéndome a mí, que siempre he posado orgulloso con mis 26 risas, que ella con sólo 6 años ya puede decir al mundo que posee 30, ¡nada más y nada menos que 30 risas!, humillante. Y ahí no se ha quedado la cosa, pues después, digo yo que apiadándose de mi lamentable aspecto y mi languidez, y hurgando más en la herida, todo sea dicho, me ha preguntado si me gustaría volver a ser un niño, y claro, le he dicho que sí, y a su vez la he preguntado si a ella le gustaría ser mayor, y también ha respondido que sí, concluyendo con la sentencia: “claro, los mayores quieren ser niños y los niños quieren ser mayores”, y se ha alejado con su patinete en busca de otras víctimas. Sí señor, toda una lección.
Retomo lo anterior echando mano de dos pilares fundamentales: mi sobrina Vera y Jean Jacques Rousseau. Y como es hora de situacionarse, no encuentro mejor manera que narrando algo, con sus precedentes y consecuencias, que ocurrió en el cuarto de baño de mi casa hace unas semanas, y lamento deciros que no se trata de nada escatológico, eso lo dejo para mejor ocasión. Ahí voy.
Justo cuando mi sobrina y yo nos disponíamos a cepillarnos los dientes,ella, ni corta ni perezosa, dijo esto: “Prefiero morirme a tener que escuchar esas tonterías sobre si nos creó Adán…”, acto seguido agarra el cepillo con seguridad y comienza con la ceremonia diaria.
Como he dicho antes, mi sobrina tiene 6 años, no está bautizada, en la escuela no va a clase de religión y no parece que vaya a hacer la comunión. Justo antes de la perla que me dedicó frente al lavabo, en la mesa, mientras comíamos, apareció en el telediario la noticia del intento de acercamiento cordial entre el gobierno del inefable Zapatero y el Vaticano con la visita a España de un alto cargo de la Santa Sede. Mi familia en pleno condenó la actitud de Zapatero utilizando con sarcasmo la expresión “¡vaya unos socialistas! (con el santurrón de Bono a la cabeza).
Y tras esto viene la reflexión, el situacionismo, mi papel de estatua frente a la hoja en blanco y también la pregunta: ¿es posible que nuestros hijos (hablo en sentido muy abstracto, Ricardo Paredes todavía no es padre) crezcan en un ambiente imparcial en cuanto a política y religión (¿no es lo mismo?) se refiere?
Yo, el primer miembro de mi numerosa familia que no hizo la comunión, que aun yendo una temporada a clases de religión y al castigo de la catequesis se negó a sufrir aquel trance, ya sea por timidez o porque me importaba un carajo lo que intentaba inculcarme el catequista con aquel, ahora recuerdo, infame libro de texto con fotografías a color de candorosos grupos de jóvenes enamorados del Papa y de la palabra del Señor, yo, Ricardo Paredes, que pese a la presión a la que me sometieron algunos miembros femeninos de mi familia para que me vistiera de marinerito y ante la atenta y expectante mirada de mi padre y su deseo paciente de que no lo hiciera, me digo, converso con el hombre que siempre va conmigo, que tras escuchar las palabras de mi sobrina, tan malo es hacer rezar a un niño “cuatro esquinitas tiene mi cama…”, como estigmatizar la religión delante de él, que todo lo absorbe cual esponja.
Hablo de un situacionismo utópico (¿existe otro?), me diréis que es parte de la educación y que cada uno educa a su hijo como mejor cree y si me apuras a su imagen y semejanza, pero el niño, como persona independiente que es, tiene derecho y debería entrar “virgen” a la etapa en la que elige por sí mismo, y ni una cosa ni la otra. Pero si me dan a elegir opto por inculcarle las ganas de vivir, sin rencores, odios ni miedos absurdos, sin videoconsolas, sin series de quinceañeros norteamericanos o meriendas en el McDonalds, pero éste quizás sea otro tema.
Y diréis, qué tendrá que ver esto con que alguien no escriba, pues muy sencillo, actitudes como estas me paralizan y me da por reflexionar. He dicho, Rousseau tendrá que esperar, lo siento.

R.P.

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