20090922

El dilema


El hombre y el adolescente entran en el ascensor y el más joven pulsa el botón número tres, después el hombre, sin razón aparente, recuerda las ocasiones en que había fallado la maquinaria. La estúpida sonrisa que desdibuja su cara delataba su intento de hacerse el gracioso, no lo había conseguido. No conocía muy bien al chico y pretendía que en la ascensión no reinase un incómodo silencio, incómodo para él. El adolescente hubiese preferido una pregunta antes que aquella gilipollez pero el silencio nunca hubiese sido incómodo, él se encontraba bien... relajado.

Se abrieron las puertas con cierta dificultad y los recibió un llamativo papel de pared. El hombre entró primero anunciando la llegada de ambos con un "ya estamos aquí" demasiado contundente, a pesar de lo cual nadie los recibió. Siguieron andando hacia una amplia sala donde les esperaba la desproporcionada sonrisa de la mujer que estaba sentada junto a una mesa hacinada por libros y cuadernos. Ella se levantó y saludó como corresponde a cada uno, después siguió con su tarea.

Mientras el hombre le acompañaba hacia la habitación de invitados el ojo curioso del adolescente se lanzó en picado hacia el libro más grande sobre la mesa, se trataba de una enciclopedia, cuya página se encontraba abierta por una majestuosa litografía de El Quijote seguida de su biografía.
En aquel camino interminable el joven trataba de comprender los motivos que podían llevar a una mujer adulta a estar haciendo lo que parecía que hacía, su experiencia académica era muy limitada pero lo suficiente como para reconocer lo que en ese salón estaba sucediendo. La mujer estaba haciendo un trabajo sobre El Quijote. El adolescente no tenía duda, pero no comprendía porqué. No conocía a ninguno de los dos lo suficiente cómo para preguntar directamente, tendría entonces que tratar de averiguarlo en la comida pues no estaba en sus planes pasar la noche allí. Lo que en un principio parecía una comida de compromiso se había convertido de repente en un reto no demasiado estimulante pero lo necesario cómo para mantener su mente despierta durante las horas que estuviese en aquella casa.

Por supuesto lo primero que pensó es que la mujer fuese estudiante, hay muchas personas que ocupan su tiempo libre a cultivar su mente. Incluso los informativos de Antena tres dedican un buen rato de su valioso tiempo para entrevistar a entrañables ancianos que han llegado a tener una docena de carreras... o incluso más, todo sea por la noticia!
Decidido a descubrir "su misterio", el adolescente se puso la careta de simpático para acercarse más al lugar de los hechos. Con el pretexto de ser un chico educado, parece ser que esta muy de moda, se acercó a intercambiar impresiones sobre el color de las cortinas. Mientras resaltaba lo acertado de su elección, consiguió dos cosas: una; que la mujer dirigiese su orgullosa mirada hacia las espantosas colgaduras; y dos, que de esta forma tuviese un valioso tiempo para poder observar con más detenimiento el contenido de la mesa.
Una estrategia perfecta. En la mesa, que en aquel primer vistazo le pareció repleta de documentos y demás utensilios para el aprendizaje, sólo había un cuaderno, infinidad de folios y la enciclopedia que pudo cazar de camino a la habitación que le habían acondicionado.
Echo de menos libros de texto u otra clase de libros que tratasen sobre el personaje creado por Cervantes... pero nada. No había nada de aquello, por lo tanto la primera opción, la más clara quedó descartada; los bolígrafos y lapiceros que de repente llamaron su atención no mejoraron en absoluto la situación.
Pronto se quedó sin recursos y, procurando esconder la sonrisa falsa que enmarcaba su cara, se retiró con una absurda disculpa.

Se encontraba sentado al borde de la firme cama para invitados con los codos clavados en sendas rodillas y la barbilla reposando sobre las palmas de sus manos. Su gesto permanecía incómodo, la mente en blanco. Por momentos trataba de no darle importancia al asunto... "quizá le apeteciese saber más de la figura del personaje" se decía a sí mismo al tiempo que abría las piernas desbaratando el castillo de naipes formado por su figura que ahora se trasformaba pasando a una de sumisión y derrota, el pelo cubría su cara que permanecía a la altura de las rodillas mientras se frotaba la nuca en busca de respuestas... pero no llegaban.

Por fin llega la hora de la comida, es la hora de descubrir la verdad...






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