20090908

Visto para sentencia


Con la venia de su señoría, pido permiso para dejar un olor raro en mis pantalones pues es la primera vez que me encuentro en una de estas situaciones.

Estoy frente a una jueza de ojos tranquilos, dejó los cincuenta hace años con bastante serenidad. Su voz es firme y su proceder metódico. A la izquierda, el fiscal. Mirada de tiburón por encima de sus gafas de vista cansada, su rictus incómodo escupe a la sala la desagradable sensación de no recordar la última vez que sonrió. A mi derecha, la abogada... de oficio. Las palabras que más me ha repetido en nuestros escasos encuentros han sido "no te preocupes"... pero si lo hago.

"No te preocupes"... pues no lo estaba, es más lo tenía todo bajo control. Qué decir, cómo decirlo y cuándo. Toda una serie de pequeños discursos estudiados y repasados una y otra vez en mi cabeza... "no debo preocuparme, hablo por los codos... esto no será complicado"
De pié con el micro en mi barbilla, el anterior ACUSADO era además, bajito... que putada!, ¿no? Mis ojos se encuentran con los de la juez y tras reconocer los hechos es turno del ministerio fiscal de proceder con sus incisivas preguntas...
Mi boca pastosa parece no responder, mis respuestas no responden a lo acordado conmigo mismo tantas veces... los nervios me están traicionando y todo pasa tan deprisa que ni siquiera me estoy dando cuenta. Otra pregunta y otra... me llegan como puñetazos y yo las recibo como el púgil que intenta salir de entre las cuerdas. ¿Que me pasa?... Ya pasó el aluvión de golpes del fiscal. Mi abogada trata de calmarme con preguntas benévolas, pero mi proceder sigue siendo torpe... las palabras no fluyen cómo yo había planeado.
Al terminar, la jueza me invita a sentarme y por el camino no dejo de dedicarme toda serie de improperios... lo tengo merecido. Aunque una vez sentado, y tras lanzar un suspiro de alivio, la de oficio me mira transmitiéndome serenidad, asintiendo con un leve gesto de sus ojos aprueba mi lamentable actuación.

La vista prosigue. Todos los testigos han acudido a la cita y la declaración de alguno de ellos favorece mis intereses a pesar de las negativas expectativas. Por supuesto los policías van a por mi cuello desde el principio y el fiscal se relame haciéndoles preguntas cuyas respuestas ya conoce. Con el resto de testigos mantiene su actitud irreverente y en algunas ocasiones la juez se ve obligada a intervenir, haciéndole callar incluso... Son los momentos en que más disfruto, una amplia sonrisa transforma mi anterior mueca petrificada.
Es turno para la abogada. Cuándo la conocí me pareció que sabía de lo que estaba hablando en todo momento y empezó a demostrarlo con preguntas que no estaban en nuestro guión, improvisando uno nuevo que parecía ir escribiéndose con final Hoolywoodiense.

"El fiscal es un infeliz, hijo de puta y un mal nacido!!!" quise decir cuándo la juez me pregunto si deseaba añadir algo más. Pero me limité a responder que no con la cabeza mirándome los pies... sin comentarios!
"Visto para sentencia, ahora solo queda esperar"... me lamenté por mi actuación ante mi abogada y la felicité por un par de preguntas que se sacó de la manga como el mejor de los tramposos jugadores de poker. "Muchas gracias" dijo mi sonrisa... ella solo respondió... "no te preocupes"...




Creo que este tema va bien hoy...




Señor Bonilla

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