20091002

Trayectos


- ¿ A dónde le llevo?
- A la calle Trafalgar número cinco, por favor.
- ¿Algún camino en particular?... puede usted elegir.
- Suelo bajar por María de Molina y acceder a Chamberí por García de Paredes, pero si tiene una sugerencia mejor... adelante.
- La tengo señora, si.
- No me llames de usted, por favor, que me hace sentir mayor. Pareces muy seguro y confiado...
- Es que lo estoy.

Diez minutos más tarde el taxi se detiene frente al número cinco.

- Vaya, pues tenías razón... hemos llegado en un momento, suelo tardar el doble.
- Gracias por la confianza.
- ¿Cuánto te debo?

El taxista recibe un billete que cubría bastante más de la deuda contraída por la joven que además, ,mientras lo doblaba, había depositado su tarjeta entre el pliegue formado cuidadosamente con sus finos dedos.

- Quédate el cambio, por favor.

Los ojos del taxista le sonrieron mientras le daba las gracias. Los mimos ojos que secuestraron la atracción de la joven desde el momento que sus miradas se encontraron. Sentía que la desnudaba cada vez que el taxista acompañaba sus palabras con los ojos clavados al retrovisor, sin aparente cuidado por el tráfico. De camino al segundo piso hacia su vivienda ella no sentía ningún reproche hacia sí misma por lo que había hecho, ni siquiera pensaba en qué él llamaría... pero lo deseaba.

Héctor no tiene instalado un gps en su taxi, tampoco lo necesita. Conoce Madrid entera como si toda ella fuera su barrio, un gran barrio compuesto por miles de calles, cientos de miles... conoce la gran mayoría. Hay clientes que se sorprenden, lo primero por la falta de ese gran invento de la humanidad que tanto anuncian los grandes almacenes, por cierto. Pero también se sorprenden por conocer calles que ningún otro taxista había conocido antes, otros se sorprenden porqué Héctor les descubre rutas a sus destinos que, cómo en el caso de la excitada señorita anterior, ni ellos mismos conocían... y además tardan mucho menos tiempo en llegar. Las propinas por tanto son considerables, además una amiga suya le diseñó una tarjeta con mucha clase aunque sólo la entrega si le preguntan. De esta manera Héctor ha ido acumulando una serie de clientes habituales... un gran número de clientes, muchos de los cuales son mujeres.
Héctor no para el bares de taxistas, sus amigos no son al mismo tiempo compañeros. Trabaja menos horas de las que suelen hacerlo los que si comparten el mismo diseño de su coche, gana lo suficiente cómo para vivir bien y se mantiene alejado de los bancos; es decir, de las deudas.

Pero todavía no conocemos el secreto de Héctor, porqué le van tan bien las cosas, porqué conoce tan bien la ciudad, porqué atrae tanto a las mujeres (y a algunos hombres).

Para conocerla tenemos que retroceder quince años en la historia personal de Héctor, comencemos el día en que cumplía 20 años. Aquel día recibió una llamada esperanzadora para su incipiente carrera cómo modelo. Su agente le anunciaba que debía hacer las maletas esa misma tarde y prepararse para volar a Milán la mañana siguiente. Encantado, Héctor, se puso en marcha en lo que significaría el comienzo de un largo ir y venir entre aeropuertos internacionales. Desfiles, portadas de revistas, campañas publicitarias... en fin, había triunfado. Este triunfo se trasladó al terreno sentimental, bueno no... fue más bien en el terreno sexual. Su precoz adoración hacia el sexo opuesto siempre fue correspondida, inexplicable y felizmente para él. Esta nueva ola de popularidad le garantizaba sexo allá donde fuese, aunque donde él disfrutaba más era en casa.
Poco a poco la frecuencia con que su agente le llamaba fue disminuyendo al mismo ritmo que pasaban los meses, los años...
Su carrera cómo modelo se había terminado, contado así parece algo trágico pero no en su caso. Había ganado mucho dinero y además seguía teniendo su agenda repleta de chicas dispuestas a pasar con él todas las noches que él quisiera.
Con un ático en el centro y una jugosa cuenta de banco a su disposición Héctor entró entonces en una espiral de gozo continuo que parecía no acabaría nunca. Pero lo hizo.
Demasiados viajes, demasiadas cenas con demasiadas chicas, demasiada droga y demasiado exceso... en fin, demasiado de todo.

Después de haber tocado fondo, Héctor estuvo muchos meses bastante mal. No encontraba sentido a la vida, no sabía que hacer para volver a ser feliz, en qué trabajaría.
... Cuando un buen día, lo vio todo claro...
Todas esas mujeres, ni las había contado. No podía hacerlo, incluso habiéndolo intentado después de tener esta "visión"... Todas esas mujeres, tantas... todas esas mujeres vivían en barrios muy dispares, en calles tan extrañas. Muchas veces le costaba encontrar el camino de vuelta a casa en su flamante deportivo. Tantos barrios, tantas calles... a veces sólo ellas sabían cómo llegar a aquellas calles impronunciables...

Por fin lo vio claro, sabía cómo saldría adelante...

Así es cómo Héctor decidió ser taxista. Pagó el coche y la licencia con el poco dinero que le quedaba en el banco y disfrutaba de su trabajo recordando en la mayoría de los trayectos las mujeres que vivían cerca, pensaba en ellas, en sus cuerpos desnudos esperándole, y en el resto de la noche... todas aquellas noches. Héctor disfrutaba si, Madrid entero estaba lleno de recuerdos y al conducir por ellos todos esos recuerdos se mantenían vivos...


Me gustaría pensar que sus trayectos iban aderezados con música cómo esta:




FB.

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